Futbol mexicano, negocio millonario, fracaso deportivo
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Futbol mexicano, negocio millonario, fracaso deportivo

Ricardo Burgos Orozco

Me tocó entrevistar a José Antonio Roca en alguna ocasión cuando era entrenador del Atlético Español y al mismo tiempo de la selección nacional. Aquella vez, era 1976, el técnico se molestó conmigo porque le pregunté sobre Horacio López Salgado, un centro delantero del Cruz Azul, que antes estuvo en el América y a quien no había convocado para el cuadro mexicano. Incluso interrumpió abruptamente la charla.

Pasaron unos minutos solamente cuando se me acercó Roca después del entrenamiento del Atlético Español para disculparse y ofrecerme continuar con la entrevista. Una gran persona. Por eso lamenté mucho el fracaso que tuvo con México en el Mundial de Argentina en 1978. Perdió contra Alemania, Polonia y Túnez cuando supuestamente llevaba un gran equipo.

En los siguientes torneos mundialistas nuestra selección había avanzado de la fase de grupos con excepción de 1982 en España, que nos eliminaron en la clasificación, y en 1990 en Italia por sanción de la Federación Internacional de Futbol (FIFA). En 1986 fuimos país sede; en 1994, Estados Unidos; en 1998, Francia; en 2002, Corea – Japón: en 2006, Alemania; en 2010, Sudáfrica; en 2014, Brasil; en 2018, Rusia.

Cuando los aficionados nacionales esperaban un Mundial exitoso en Qatar, llegó el retroceso porque México empató con Polonia, perdió con Argentina y le ganó a Arabia Saudita cuando ya era muy complicada la calificación.

Los pasos hacia atrás del futbol mexicano han sido producto de malas decisiones y de pensar sólo en el negocio más que en los aspectos deportivos. Por eso cada vez hay menos jugadores mexicanos de calidad en todas las posiciones. Ahí está el ejemplo del centro delantero, posición en la que tuvieron que nacionalizar al argentino Rogelio Funes Mori, del Monterrey, ante la lesión y la baja de juego de Raúl Jiménez.

Desde hace años, directivos de la Federación Mexicana de Futbol y dueños de equipos de primera división se han dedicado a cuidar y a cosechar recursos financieros. Los aspectos deportivos pasan a segundo término. Por eso “inventaron” los torneos cortos (para que hubiera no uno sino dos campeones cada año), desecharon la posibilidad de que los jóvenes pudieran foguearse desde antes de los 21 años de edad, permitieron hasta nueve jugadores extranjeros en cada equipo, lo que limita los espacios a los mexicanos, no hay

descenso, los equipos que terminen en los últimos lugares deben pagar una especie de “multa”.

Casi todos los partidos de preparación de la selección mayor los realizan en Estados Unidos, aunque los equipos con los que se enfrente sean casi siempre de la zona o cuadros improvisados que permitan llenar los estadios norteamericanos con mexicanos residentes.

El gran negocio que significa el futbol permite altos sueldos a los directivos – se habla de más de un millón de pesos mensuales para el presidente de la Femexfut, Yon de Luisa — y grandes ganancias a los propietarios de equipos de primera división.

Según tengo entendido Gerardo Martino, el seleccionador nacional en Qatar, ganaba 44 millones de pesos anuales netos y si lo multiplicamos por los cuatro años de su gestión, se llevó 176 millones de pesos por los cuatro años que estuvo al frente. Una cifra millonaria increíble para los resultados que entregó.

Ahora se habla de reestructuraciones, de reducir extranjeros, volver al ascenso y descenso, de impulsar a los jugadores jóvenes, de llevar a la selección nacional a jugar en otros continentes. En 1978, cuando la caída fue más estrepitosa, también hubo promesas, que nunca se cumplieron.