La presencia de Marilyn Monroe en tierras mexicanas en 1962 no fue simplemente una visita; fue un auténtico fenómeno que cautivó corazones y lentes de cámara. Con raíces en el país -su madre, Gladys, había nacido en Piedras Negras- Monroe no se limitó a los flashes de las cámaras o a los lujosos pasillos de los hoteles.
Su pasión por la cultura mexicana la llevó a comprar innumerables piezas de artesanía y mobiliario de inspiración nacional para embellecer su hogar en Brentwood, California, una morada que tiene el honor de ser la única que la diva eligió y adquirió por cuenta propia.
Pero Monroe no se limitó al placer del shopping. Se adentró en el corazón cultural de México, visitando el set de «El ángel exterminador» de Buñuel en los Churubusco, saboreando delicias en El Taquito y brindando con tequila en la casa-fortaleza del “Indio” Fernández, acompañada por los acordes de La Tariácuri. También mostró su faceta más solidaria al visitar un orfanato junto a la esposa del presidente López Mateos. Y como toda diva, tuvo su cuota de chismes al alimentar rumores de un romance con el cineasta José Bolaños.
El Hotel Continental Hilton fue testigo de uno de los momentos más icónicos de su visita. En un encuentro con la prensa en el salón Tesoro, Monroe, deslumbrante en un vestido verde pistache, respondió a las preguntas de los periodistas con su carisma y humor característicos. La anécdota más comentada fue su respuesta a la falta de ropa interior: «¿Las necesito?»
Sin embargo, el recuerdo más duradero de ese día fue una fotografía. Una instantánea captada por Antonio Caballero que reveló, gracias a un cruce de piernas de la actriz, su desinterés por las prendas íntimas. Esa imagen viajó por todo el mundo y se convirtió en un ícono. En una librería en Aguascalientes, un fan incondicional de Monroe tuvo la fortuna de encontrar una copia de esta foto, que podría haber salido del negativo original, hoy desaparecido.
Lamentablemente, el mundo diría adiós a Monroe solo cinco meses después de este inolvidable viaje. Sin embargo, su paso por México quedó inmortalizado no solo en imágenes, sino en el corazón de aquellos que tuvieron la suerte de cruzarse en su camino.