La icónica obra «Saturno devorando a su hijo» de Francisco de Goya ha sido identificada como una influencia clave en la creación de «El Hombre Pálido», el aterrador personaje de la película «El Laberinto del Fauno» dirigida por Guillermo del Toro en 2005. Ambas representaciones, pese a estar separadas por casi dos siglos, convergen en una narrativa visual que aborda la brutalidad con la que el poderoso se ensaña contra el inocente.
De Goya, pintando entre 1819 y 1823, capturó en su obra un episodio mitológico: la figura de Saturno consumiendo a uno de sus hijos. Sin embargo, el trasfondo del arte tiene raíces más profundas, siendo una crítica al dominio napoleónico sobre una España fragilizada. En este lienzo, Saturno simboliza la opresiva fuerza de Napoleón, mientras que la víctima, el hijo, representa a la nación española siendo devorada.
Por su parte, «El Laberinto del Fauno» nos sumerge en un mundo fantástico y oscuro, donde el Hombre Pálido emerge como una criatura temida. Aunque pueda parecer un monstruo desde un primer vistazo, las teorías sugieren que en realidad fue un humano transformado por sus excesos. Condenado a una dimensión de la que no puede escapar, este ser castiga cruelmente a aquellos que se atreven a perturbar su festín, devorándolos lentamente, como una perpetua lección sobre la avaricia y el arrepentimiento.
Si bien las interpretaciones varían, es innegable el impacto cultural y artístico de estas dos obras. La amalgama de Goya y del Toro sirve como un recordatorio de los ciclos de opresión y resistencia, y cómo el arte, en todas sus formas, sigue siendo una herramienta potente para desentrañar y criticar las injusticias del mundo en el que vivimos.
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