El estrés prolongado genera deficiencias de atención y alteraciones en el nuevo aprendizaje, y es más notorio en acciones cotidianas al tratar de recordar “a qué venía” o “dónde dejé el celular”, dijo Pilar Durán Hernández, neurobióloga de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.
“A esto se suma, el ataque de pánico ocasionada por preocupaciones legítimas como que mi padre y madre están enfermos, conseguir un tanque de oxígeno, sin contacto médico, ruidos o amenazas del ambiente; estímulos que pueden generar una crisis”, comentó.
Esto genera alteraciones como aprehensión, sudoración, baja de presión e interpretaciones catastróficas que llevan a una lucha cerebral.
La ansiedad produce insomnio, sueño fragmentado o pesadillas y síntomas de depresión, por lo cual es importante monitorear el sueño y su calidad.
Asimismo, estructurar la higiene del sueño para regresar a un estado saludable generalizado, con un sistema inmunológico listo para combatir cualquier enfermedad.
Se deben reducir los estímulos lumínicos por la noche, ya que alteran la producción de melatonina lo cual afecta el ciclo del sueño y vigilia; evitar las siestas durante el día o que sean mayores a 45 minutos, hacer ejercicio en la noche; y no consumir cafeína y alimentos pesados.
Los efectos de la pandemia
Al participar con la charla El estrés en tiempos de la COVID-19, en el el ciclo de conferencias “Ciencia desde Ciencias», Durán Hernández aseguró: las epidemias y pandemias, como las que afectan actualmente al mundo, no pueden ser estudiadas como fenómenos aislados de nosotros.
La especialista argumentó que debido a la pandemia la sociedad se encuentra en una nueva dinámica de vida con cambios de hábitos, incertidumbre, temores, frustración, aprendizaje acelerado de las nuevas tecnologías, así como hacinamiento familiar.
“Al inicio de la pandemia no teníamos muchos duelos, pero hoy todos los días tenemos pena pues mi familiar, amigo, vecino, se ha ido; no lo voy a volver a ver y no pude despedirme”, enfatizó la experta.
Recomendaciones
A casi un año de duración, la emergencia sanitaria generó estrés prolongado que afecta de manera importante el cerebro, el cual manda señales al hipotálamo, a la amígdala, la corteza prefrontal, estructuras que forman parte del sistema límbico o de las emociones que normalmente se regulan por neurotransmisores.
Enfatizó que ser joven y sano no implica estar libre de problemas por la COVID-19, porque pese a ser asintomático esta enfermedad altera los tejidos, cuando suceden reinfecciones es probable se presenten mayores alteraciones a largo plazo, aunque de momento no se sabe cuál será el efecto.
Durán Hernández refiere que debido a la hiperactividad cerebral las personas desarrollan distimia (estado depresivo), la cual se identifica por fatiga constante, malestar, falta de energía, irritabilidad y euforia.
Para ello, sugirió acudir al psicológico, dejar de lado el estigma de que solo lo requieren personas con problemas mentales mayores; además de relajación.