Puntadas
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Puntadas

Las Alas de Titika

María Julia Hidalgo

Sentada como estaba, tratando de hilvanar las nuevas puntadas que aprendí en un reciente curso en línea, me llegó eso que dicen que se llama inspiración. No fue en automático, no quiero confundir, fue algo así como transitar un sendero, un camino silencioso donde se va apaciguando la euforia, donde la adrenalina se va abandonando en un respirar pausado, algo así como un vigía elevado, engrandecido. Allí estaba él, solitario, sin sobresaltos, sin aves extrañas, sin monstruos marinos sólo sentado contemplando la inmensa y profunda mar. En esa, mi primera intención de practicar la puntada me sentí como él, que sentado esperaba divisar al leviatán… que pobre afán el mío, no sabía que ese ritmo manual me llevaría al punto contrario. Llegué. Ausencia de prisas, ausencia de tiempo. Respiraba, sentía, me sentí. Sólo yo, nada a mi alrededor. Aquietada, estaba allí sin perseguir, sin desear ni siquiera terminar los puntos. Mis manos se movían libres, abandonaron lo aprendido. Parece, sólo parece, que ellas también se tiraban a la mar, ellas y yo liberadas por igual. Algo alcanzábamos, lográbamos, ¿nos escuchábamos? Nada dijimos. Allí estaba yo. Me veía en lo alto. Sentí frescura, la brisa, apenas el sol, los rayos, respiré gotas de sal. Escuché el movimiento, las aguas del mar. Cerré los ojos, me fui al mar profundo. Llegué hasta ella, dancé con él. ¿Paz?, no la busqué. Volé con todos, volé con ella, seguí con él. Abrí los ojos, los ganchos en el suelo, la puntada terminada. Yo, en esa postura perfecta que jamás nunca soñé.

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