En un sorprendente giro de eventos, las mismas manos que trabajan arduamente en la reconstrucción de Acapulco se han convertido en los pioneros de un renacimiento turístico en esta joya del Pacífico. Tras el devastador paso del huracán Otis, un ambiente de esperanza y resiliencia se respira en las calles y playas de Acapulco.
El fin de semana pasado, las playas de Acapulco, como la playa Papagayo, se llenaron de vida. Trabajadores de la construcción, rescatistas, brigadistas y familias locales, quienes han trabajado incansablemente en la reconstrucción, tomaron un merecido descanso disfrutando de los servicios que la ciudad tiene para ofrecer. La renta de sombrillas, los restaurantes y las palapas, junto con los vendedores de artesanías, fueron testimonio de este inusual pero talentoso turismo.
Jorge Silva, gerente del restaurante Bocana Beach, se mostró optimista: «Abrimos el jueves y hoy ya tenemos un 50% de afluencia. La mejor ayuda para Acapulco es que regrese el turismo». Esta afirmación resume el sentimiento general en la ciudad: el turismo, incluso en su forma más inesperada, es vital para la recuperación económica.
Martín Estrada, un trabajador de Nuevo León que llegó con colegas de Zacatecas y Coahuila, compartió su experiencia: “Aprovechamos el domingo para relajarnos, comer y disfrutar mariscos de la playa». Estos trabajadores no solo están reconstruyendo infraestructuras físicas como la barda perimetral del Aeropuerto de Acapulco, sino también el tejido económico y social de la ciudad.
La reactivación no se limita a las playas. La Costera Miguel Alemán, famosa por sus bares y restaurantes, también experimentó un renacer. Los establecimientos, aunque pocos, abrieron sus puertas a un público diverso: albañiles, vidrieros, empleados de telefónicas y aseguradoras, así como voluntarios que aportan despensas y agua. Estas noches, aunque incipientes, traen consigo una sensación de celebración y esperanza.
Entre los nuevos rostros en Acapulco, se encuentra José de San Vicente Chicoloapan, del Estado de México, quien llegó con su familia y amigos para instalar vidrios en el icónico Hotel Presidente. «Nunca me imaginé el daño que puede causar un huracán. Estar aquí es un descubrimiento agrícola», comentó.
A medida que Acapulco enfrenta los desafíos de la reconstrucción, la población local y los trabajadores temporales están creando una sinergia única. Esta combinación de esfuerzos de reconstrucción y un turismo naciente, aunque inusual, está sentando las bases para un futuro más prometedor para Acapulco.
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