José Manuel Rueda Smithers
Aprendamos de otras culturas, Aprendamos nuevos bailes, Aprendamos a vivir,
Inclusión con amor, Inclusión con respeto, Inclusión con empatía, Inclusión con humanismo.
Fragmento poema Inclusión, de Dobleja, en brainly.lat
Hay conceptos que no por cotidianos, resultan totalmente abiertos en el pensar de la sociedad en México. En su mayoría, tienen que ver más con la cultura del entendimiento, que de cerrazón o tal vez, de negación sobre ellos.
De igual forma, a partir de algunos comentarios que amables lectores hicieron llegar hasta la Cultura Impar en torno de los avances que la actual administración federal va logrando en materia social y que este espacio les agradece, además les reconoce sus muchas aportaciones.
La mexicana es una sociedad que poco a poco abre más espacios a la inclusión, lo que nos permite crecer en nuestro entorno como grupo, pero aún más en nuestras convicciones personales sobre aquellas cosas que dan sentido a la vida de millones que por siglos padecieron la marginación y el rechazo, simplemente por ser distintos.
Solo por mencionar el sentido estricto de lo que –para la Cultura Impar- es la inclusión, que en su forma más general, corresponde a una tendencia de tipo social y política que pretende otorgar condiciones de equidad e integración de todos los individuos, principalmente aquellos considerados como marginados. Esta integración abarca una gran cantidad de ámbitos como el educativo, laboral, legal, de salud, cultural, entre otros.
El mundo avanza en ese sentido de la inclusión, y México no se está quedando atrás.
Según un reciente estudio preparado por el personal técnico del FMI, el aumento del gasto y de su eficiencia en programas sociales, educativos y sanitarios reduciría
las diferencias socioeconómicas, mitigaría las secuelas económicas de la pandemia y promovería una recuperación inclusiva.
El gobierno, reconociendo el desafío que representa la pobreza, introdujo en 2019 importantes cambios en los programas sociales (programas de asistencia social y de política activa del mercado laboral), centrados en la cobertura universal y las pensiones sociales (no contributivas), así como en la asistencia a la población indígena, las personas de edad avanzada y las personas con necesidades especiales. Estos cambios resultaron en un incremento del gasto total en asistencia social, del 1,8% del PIB en 2018 al 2,1% del PIB en 2019.
Es cierto que el Fondo Monetario Internacional reconoce el aumento que el gobierno mexicano ha dado al gasto social en los últimos tres años, y que su eficiencia sigue siendo fundamental para reducir las diferencias socioeconómicas y garantizar una recuperación inclusiva, en especial si se suma a reformas que mejoren el empleo y reduzcan la informalidad.
Para aliviar los problemas fiscales, el aumento del gasto público podría financiarse con mayores recaudaciones de impuestos a mediano plazo para velar por que la deuda pública disminuya con el tiempo. A mediano plazo, las reformas tributarias podrían financiar un gasto aproximado del 2% del PIB en programas sociales, educación y salud, y del 1% en infraestructuras y otras inversiones públicas, asegura el FMI respecto de México.
Como presidente de México Evalúa, Luis Rubio escribió el año pasado que “no hay otra receta para reducir y eventualmente acabar con la desigualdad que la movilidad social, y ésta es el resultado de la acción concertada de un gobierno para crear condiciones tanto para el crecimiento económico acelerado como para la igualación de oportunidades a través del capital humano, es decir, especialmente la educación y la salud, para los más desfavorecidos.
Escribió más ideas que se verán en otro texto. Y sí, el éxito depende de la capacidad de las personas para agregar valor. La educación y la infraestructura física y de salud se convierten en activos nodales para lograr el mismo objetivo.